viernes, 28 de noviembre de 2008

MI EVALUACIÓN DE LAS CÁTEDRAS DESDE MI EXPERIENCIA

Después de los primeros dos años de la carrera de comunicación y de llevar cada cuatrimestre la clase de Cátedra Abierta, consideré en algún momento que ya no era necesario seguir llevando esta clase, por la manera en la que a veces no se lograba explotar el pensamiento crítico en las aulas de clase.

Sigo creyendo eso, y estoy de acuerdo con que los y las estudiantes del nuevo plan de estudio sólo la lleven en su primer año (este periodo de tiempo me parece prudente para que se desarrollen ciertas cualidades), sin embargo tengo que admitir que estos cuatro años de incansables cátedras fueron una ventana que me permitieron; como ser humano y futura comunicadora; estar en contacto con realidades a las que talvez no hubiera tenido acceso si hubiera estudiado otra carrera o incluso si hubiera estudiado en otra universidad.

Siento que las cátedras fueron el espacio en donde todos y todas esperábamos los aportes de los y las compañeras que siempre intentaban indagar sobre una problemática o bien, en donde nos equivocábamos al hacer preguntas o comentarios que no se correspondían a nivel de la ponencia. Pero para eso era ese espacio, las cátedras nos permitieron pulirnos, por lo menos sabemos que cometeremos nuevos errores y tenemos más cosas que superar pero ya hemos tenido un primer contacto con la problemática de nuestro entorno desde los ojos de la comunicación. Ojos que siempre intenten dar una mirada propositiva a las situaciones que tenemos que sobrellevar como nicaragüenses, ciudadanos y ciudadanas de este mundo tan plural en todos los sentidos.

Como comunicóloga, las cátedras me han enseñado que debo prepararme no sólo ante la exposición de un tema, sino que también hay que hacer de la preparación, un proceso diario que nos haga desarrollar un nivel aceptable de cultura general.

En cuanto al desarrollo del pensamiento crítico, las cátedras siempre fueron acertadas. Con esto me refiero a que nunca existieron cátedras malas, siempre pude criticarlas y evaluar que aspectos de las ponencias eran buenos y con cuales no concordaba. Siempre hubo opinión dentro del grupo de amigos y amigas que se sentaban delante o atrás. Todas las cátedras, por muy aburridas o faltas de argumentos, siempre generaron algún tipo de opinión en el alumnado.

En las aulas de clases las cátedras adquirían un valor diferente en dependencia de los docentes que desarrollaban los ejercicios de evaluación en la clase. Muchos de los profesores desde un inicio exponían sus objetivos, su metodología y la forma de evaluación (no puedo decir que la mayoría pero quiero pensar que vale más la calidad que la cantidad). Esto fue una guía que nos llevó de la mano para desarrollar nuestro espíritu crítico (no destructivo), o por lo menos en mi caso fue así. También siento que desarrollé la habilidad de retener los puntos más importantes de un discurso.

Las cátedras fueron clases muy representativas de la parte periodística de la carrera pero también fueron el espacio que permitió desarrollar el lado humanista del comunicador o la comunicadora, sin importar en que mención o rama se encuentre. Ese lado humano no lo hubiera logrado desarrollar sin la información que se me proporcionó.

Dijo alguna vez un famoso pensador que la cultura es aquello que permanece cuando todo se olvida. Creo que se me pueden olvidar muchas cosas pero siento que el sentido de responsabilidad hacia con otros y otras, hacia la información y el conocimiento que se me ha entregado, es un reflejo que ha calado muy dentro de mi personalidad y aunque quisiera olvidar no podría.

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